La reserva subterránea, dicen los expertos, serviría como ‘plan B’ en caso de que se secara el embalse El Yeso, lo que genera la preocupación ante la disminución de su volumen líquido durante la última década.
Hace más de 10 años que la escasez hídrica afecta al país. Y la situación no cambiará: este año ha sido uno de los peores debido a la poca lluvia.
Un efecto menos conocido es la pérdida de agua en las napas subterráneas, como ocurre en Santiago, según los resultados preliminares de un estudio elaborado por el Centro de Investigación y Desarrollo de Ecosistemas Hídricos de la Universidad Bernardo O’Higgins.
Los datos plantean que las napas subterráneas del Valle de Santiago, que abarcan unos 1.900 kilómetros cuadrados, entre 2010 y 2020 perdieron cerca de 3.800 millones de metros cúbicos de agua. La cantidad equivale al volumen de 67,8 lagunas de Aculeo (56 millones de m³ antes de 2010), o a 17 embalses El Yeso (220 millones de m³) a plena capacidad.
En promedio, la reducción de agua en las napas de la Región Metropolitana alcanzó 15 y 20 metros en la década estudiada, significativamente superior a los descensos registrados entre 2000 y 2010, cuando promedió solo dos metros.
Las napas son una reserva adicional al embalse El Yeso, es decir, en el caso de no contar con este se podrían utilizar. De ahí la preocupación, pues el estudio indica que es muy poco probable la recuperación, ya que se trata de un efecto relacionado a la falta de agua lluvia.
Christian Herrera, director del Centro de Investigación y Desarrollo de Ecosistemas Hídricos de la universidad, plantea que ‘esta sequía, por la extensión que ha tenido de más de 10 años y el déficit continuo de lluvia, ha generado una situación de que si el embalse El Yeso se secara, la idea de usar las napas subterráneas sería muy compleja porque han bajado demasiado producto de la sequía, y la recarga natural que tienen de agua de lluvia ha disminuido’.
Para entender cómo funcionan plantea una analogía: ‘Usted tiene un vaso de vidrio y lo llena con arena seca hasta arriba, y tiene agua con tinta azul y empieza a echarla al vaso; esta agua comenzará a filtrarse a ir hasta el fondo y comenzará a subir. Así ocurre con el agua de lluvia’.
La directora de la Escuela de Ciencias Ambientales y Sustentabilidad de la U. Andrés Bello, Elizabeth Garrido, señala que ‘hay varias zonas donde los pozos hay que hacerlos más profundos para extraer agua y es preocupante porque el agua que tiene mejor calidad para ocupar es la subterránea. Por eso también ha tenido una mayor extracción’.
Diego Rivera, especialista del Centro de Investigación en Sustentabilidad y Gestión Estratégica de Recursos de la U. del Desarrollo, destaca que ‘la cantidad de agua subterránea que tenemos depende de las lluvias, y hace 10 años no nos imaginábamos la importancia que tendrían, que serían una especie de plan B’.
Eso sí, añade respecto de la pérdida que ‘la velocidad con la que ocurren los procesos de agua subterránea es diferente que en la superficie; se necesitan muchos más años para recuperación’.
Herrera apunta a que ‘se necesitarían unos 10 o 15 años de superávit de lluvia para poder recuperar las napas, lo que es casi imposible bajo el escenario actual de escasez’. ‘Tenemos que adaptarnos a vivir con poca agua’, añade.
Rivera coincide y suma que ‘debe haber una adaptación, y planificación alrededor del fenómeno: inyectar agua en los acuíferos, embalses superficiales que puedan capturar mejor el agua’.
En tanto, la Dirección General de Aguas del Ministerio de Obras Públicas afirma que trabaja en la actualización de ‘la red de monitoreo de aguas subterráneas para contar con información que sea más representativa y precisa de los niveles de los acuíferos tanto de la cuenca del Maipo como del resto del país’.
La meta, indica, es que a 2022 ‘el 100% de las estaciones fluviométricas y meteorológicas esté automatizado y con transmisión en línea’.
Recuadro
“Se necesitarían unos 10 o 15 años de superávit de lluvia para poder recuperar las napas, lo que es casi imposible bajo el escenario actual de escasez’.
Christian Herrera
Investigador de la U. Bernardo O’Higgins
La cantidad de agua subterránea que tenemos depende de las lluvias, y hace 10 años no nos imaginábamos la importancia que tendrían, que serían una especie de plan B’.
Diego Rivera
Especialista de la U. del Desarrollo